Las Cachúas, el sentir de su celebración y la realidad de su representación
Por Werner Féliz
Las manifestaciones culturales son las formas en que los grupos humanos suelen expresar su origen, apego e identidad. Participar en ellas se acompaña de una carga de herencia familiar y social. En sí misma, es la esencia del colectivo, lo que los representa. Por eso, si bien la cultura puede servir como fuente de riqueza sostenible, no así la participación en ella. Su goce y disfrute no trae consigo la retribución económica.
Los que participan en la
celebración de Las Cachúas representan la esencia misma de la comunidad, el
sentir social colectivo, la identidad de todo un pueblo. Ellas no le son
indiferentes a ningún nativo de Cabral: o la aman o la rechazan. Comprender la
cultura es hurgar en la historia, y conocernos nos unifica hacia el futuro y en
procurar el bienestar común. Es por ello que cuando observo a un joven vestido
de Cachúa, en cualquier pueblo, esta Cabral presente. Es la familiaridad, la
memoria, el sentido de pertenencia y la realidad. Es colocar a Cabral en el
camino del sol. Es llevar a todo el territorio lo que somos.
Pocos saben cómo se lleva a cabo
una representación cultural. En realidad, detrás de ella no existen más
recursos que para la mera supervivencia. Esos jóvenes salen de Cabral, se
apiñan en un autobús de bajo costo y se trasladan a diversos lugares solo por
amor a la cultura. Pura adrenalina y cabralidad. Ellos tienen que fabricar sus
fuetes y sus caretas y a duras penas pueden recibir algunas hojas de papel
maché o chichigua, con los que hacen magia al colocarlos sobre la amalgama de
almidón y periódicos contorneados previamente en el molde.
Son Las Cachúas patrimonio
cultural de la nación, pero ni el Ministerio de Cultura ni ninguna institución
pública o privada mantiene presupuestos para solventar la manifestación. Ningún
patrimonio inmaterial o folclórico del país recibe recursos estatales. De
hecho, en comunicación reciente, el viceministro de identidad y ciudadanía negó
colaboración al comité de carnaval Cabral 2025.
Desde la dirección de Las
Cachúas, entre 2021 y 2024, gestionamos representaciones adecuadas y gracias a
la generosidad de varios amigos pudimos renovar los trajes de nuestros
representantes y varios de la comunidad todos los años… solo los trajes, muchos
de los cuales son utilizados aun en 2025. La revista en Punta Cana fue
resultado de la colaboración de la Federación Dominicana de Carnaval.
El viaje de 2025 a Bonao, por
ejemplo, fue una auténtica odisea. A diferencia de otros momentos fue por
intercambio, pero solo se le pagaron los gastos del autobús, unos 16,000 entre
combustible y efectivo. Bonao se comprometió a brindarles comida y agua. Sin
saber cuál sería su día, ese grupo de jóvenes salió de Cabral a las 5 de la
mañana. Debían desayunar y cenar, pero en sus bolsillos no tenían un solo
centavo para ello. Fue gracias a la colaboración de amigos que, anónimamente,
apoyan a la diáspora: Dilcia Gómez, Orlando Serrano y el suscrito, logramos
enviarle recursos para su cena, acompañados de unos 4,000 que Bonao les
entregó. Durante el desfile se ahogaban de la sed, sin tener allí recursos
siquiera para tomar agua. Previamente, les habíamos remitido unos 1,200 para
que mínimamente puedan desayunar con algún pan con queso y jamón, cuya
preparación fue realizada por Eliezer Olivero (La Grasa). Bonao es amigo de
Cabral y abrimos el carnaval como la comparsa número 1 desde hace más de 25
años. Era un legado que había que sostener. La sed, el hambre y las situaciones
se olvidan dentro de los trajes y la adrenalina y el sentir cabraleño supera
cualquier adversidad. Pocos saben que nos mantenemos a la expectativa y no
estamos tranquilos hasta que recibimos el aviso de que han arribado al pueblo.
En realidad, todas las
representaciones concurren en las mismas circunstancias. En el seno de la
población se les niega todo. El propio autobús de los estudiantes
universitarios está vedado para tales traslados, pues su costo es mucho más
elevado que otros.
Ninguno de esos muchachos ni los
de mayor edad que los acompañan están motivados por recursos. Todos dicen
presentes sin importar las circunstancias, sin esperar dinero a cambio. Viven
su identidad al máximo y elevan nuestra comunidad. En cada lugar son vistos
como lo que son: Las Cachúas de Cabral, con sus látigos que resuena en los
tímpanos, con la sencillez y vistosidad de sus trajes, con las caretas únicas
en las manos, en la cabeza o en la cara, pero con sus caretas al fin. Ellos
socializan con el público, flirtean, fotografían, juegan y llevan a cada
espacio su esencia.
Nuestros muchachos son, en
realidad, genuinos y extraordinarios representantes culturales. Sufridos,
maltrechos, pero cargados de cultura e identidad. Son esos mismos que recorren
el pueblo con la reina del carnaval y el rey de Las Cachúas el domingo de
gloria. Son ellos, junto al pueblo, que transitan los cinco kilómetros y
culminan nuestra celebración al repicar sus fuetes sobre las tumbas de nuestros
ancestros en el cementerio.
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