Una reflexión sobre un hecho que las mentiras y encubrimiento han complicado
Alejandro Santana
Los ciudadanos nos acomodamos de tal manera que queremos policías, cómplices y complacientes, fiscales que respondan a nuestros intereses y periodistas que por doscientos pesos digan lo que nos conviene.
Andamos tan imbuidos en nuestras propias cosas, pretensiones, deseos que si tuviéramos la oportunidad de hacer girar el mundo a nuestro antojo lo haríamos.
La mayoría queremos policías que se acoplen a nuestros intereses, deseos y pretensiones, si violamos las leyes, nuestros alegatos no se hacen esperar para convencerlos de que no fue de ese modo.
Para ello alegamos ignorancia de leyes establecidas en nuestro código procesal y penal, si eso no funciona, apelamos a la amenaza sublime, emparentándonos con algún funcionario de mucho peso.
Pero si eso tampoco funciona, sacamos el soborno, pero si tampoco funciona, ya en presencia de un fiscal o juez nuestros alegatos van en el sentido de que estos funcionarios acepten nuestra defensa sin más.
Si eso tampoco funciona, pues entonces el abogado que buscamos para que nos defienda lo convencemos para que salga en los medios acusando desde el policía fiscal y juez de que nos robaron una suma que ni en sueño hemos tenido.
Y ahí es donde entra el periodista, si es serio investigaría los hechos, si destaca la verdad, ese es un hijo de puta mal nacido, enemigo jurado.
Ese no nos conviene, buscamos a uno de esos comunicadores que con doscientos pesos arreglan todo, lanzando la gran mentira o ardid para desacreditar policías, fiscales y jueces.
Encubrir la verdad no debe ser tarea de policías, ser complaciente no es tarea de fiscales y jueces, pero encubrir la verdad no debe ser tarea de un periodista que se respete porque la verdad siempre saldrá a flote más temprano que tarde.
Los ilícitos no deben ser nuestras acciones, la honestidad nos libra de adentrarnos en laberintos que tarde o tempranos nos borraran el camino de salir airosos frente a las circunstancias.
Esta es una reflexión y cualquier parecido a hechos acaecido en fin de semana cualquiera es pura coincidencia.
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