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LA MAESTRA SUSANA CARRASCO


POR: GERSON TERRERO

La maestra Susana Carrasco cuenta con una virtud que pocos seres humanos tienen: la de convertirse inmediatamente en el centro de atracción de los lugares adonde llega. Claro, esto no viene dado por la casualidad. Para que una cosa así ocurra se debe tener una historia, se debe haber ganado el aprecio por parte de las personas y, claro está, se debe contar con un carisma único. Es difícil que Susana aparezca en algún lugar y que de repente no la estén llamando para conversar, para pedirle un consejo, para recordar con ella, para reírse con ella, para… etc.

La maestra ha sido una dama forjada en todo el sentido amplio de la palabra. Es una mujer de avanzada, de acción, de fortaleza, de imaginación, de movimientos. Fue la primera hija de don Cedeño Moreta Pimentel y doña Santa Carrasco Féliz. Además, ha sido una pionera en el éxito de sus hermanos, en el éxito de sus hijos y en el triunfo de la educación en todo el municipio de La Ciénaga. En una época en la que las mujeres estaban relegadas a los quehaceres domésticos, Susana rompía vientos y mareas por superarse, y lo logró con enormes resultados, convirtiéndose en el ejemplo de muchísimos en un pueblo que daba sus primeros balbuceos de desarrollo. Gracias a la inteligencia y a la sabiduría de esta gran mujer, toda su familia ha superado con muchos éxitos los diversos momentos difíciles que le ha presentado la vida.

Mi inmenso cariño por la maestra Susana parece que tiene un origen genético. Mi abuelo Federico Cuevas Pimentel era primos hermano de su padre Cedeño Moreta Pimentel, ambos nietos del paradigmático cocolo don Emiliano Pimentel (Millán). Pero Cedeño Moreta era, además, hijo de doña Manuela Pimentel Villanueva, que a su vez era hija de doña Ángela Villanueva. Esta última, entonces, era hermana de mi tatarabuela Jacinta Leonor, y ambas fueron procreadas por don Ignacio Villanueva y doña Leonor Medina. Santa y Cedeño eran compadres de mi abuela Julia Amador, de quien Cedeño también era primo, porque Tomasa (madre de Julia) y Manuela (madre de Cedeño) eran primas hermanas. Susana fue amiga de infancia de mi madre Carmen Cuevas Amador y un día mi padre Adolfo Terrero Cuello me dijo que a Susana él la quería igual o más que a sus propios hermanos. Doña Santa Carrasco me expresó hace poco tiempo que Federico Cuevas era, además de su compadre, su verdadero hermano.

Claro, el legado más completo de Susana a su pueblo es el de su condición de maestra, hoy pensionada. En el aula, esa dama era todo un despliegue de arte escénico, pedagógico y didáctico. Manejaba el currículo con una extraordinaria competencia y lo sabía adaptar a la realidad de las clases con una sabiduría asombrosa. Siendo su especialidad en el área de la Lengua Española, alguna vez le tocó asumir de repente las Matemáticas de 8vo., y recuerdo que nada más le bastó poco menos de una semana para ponerse a tono y lograr que unos meses después su Curso estuviera en los mayores estándares de resultados en las Pruebas Nacionales de ese año. Los estudiantes la adorábamos mucho por ser ella (resumen de las mejores cualidades de una educadora) y era inmensa la confianza que le teníamos para expresarle nuestras inquietudes y problemas. El maestro-a modelo que la Educación está exigiendo hoy, ya Susana lo era hace 20 años o más.

Hace tiempo que quería escribir estas líneas que, lejos de constituir un acto de ensalzamiento o ditirambo, son el reflejo de un cariño y un agradecimiento que están por encima de todas las disyuntivas que nos pueda traer la vida. He recibido mucho, mucho, mucho de Susana, como estudiante y como amigo, y eso se agradece y se expresa, para que sirva de ejemplo. Jamás una persona me motivó tanto a superarme.

Mi más alto aprecio y estima hacia usted, mi querida maestra Susana Carrasco.

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