Rafael Altuna, un visionario que podría ser catalogado el padre de la imprenta
TOMADO DE ARMARIO LIBRE
Barahona.- Vivir entre San Pedro de Macorís, Venezuela y Panamá, clandestino en uno y extraño en otro, no es fácil. Seguir recorriendo tierra y mares en busca de un hogar, quizás, era la meta, lo que fue encontrado en esta ciudad.
Rafael Antonio Altuna Rivié, conocido en Barahona como el propulsor de la imprenta,
Altuna Rivié vivió en Santa Lucía, estado de Miranda, Venezuela, recuerda los trayectos recorridos, a lo largo de sus 93 años de edad, así como las peripecias pasadas con su esposa, doña Adela Aurora Tezanos de Altuna, con quien estuvo casado 72 años y procreó cinco hijos.
Su padre, José de Jesús Altuna, llega desde Panamá a San Pedro de Macorís, donde vende frío-frío. Conoce al El viejo Rivié, padre de su esposa, doña Paula.
Recuerda que su padre se casó con su madre, quien tenía a penas, 15 años, pero reacciona y expresa, “te voy a decir algo, yo no conocí a mi papá joven”.
“La crió y le parió 11 hijos”, recuerda Rafael Antonio, entre rizas, de su padre y su madre, quienes llegaron a Barahona en el 1922.
Narra que después de casarse sus padres en San Pedro de Macorís, José de Jesús se involucra en los trabajos de su suegro, que era la imprenta, y sin saber los motivos, se traslada a Barahona, ya que la Sultana del Este era uno de los pueblos más prósperos de la época. De hecho, en San Pedro de Macorís le nació una de sus hermanas.
“Mi hermana mayor nació en San Pedro de Macorís, pero yo nací aquí en Barahona, me crié y me muero. No quiero salir de aquí. Mis hijos me dicen papá vámonos para la capital, pero yo les digo, no voy para capital, aquí es que estamos bien. Yo le agradezco todo a Barahona, aunque creo que Barahona como que ha crecido mucho para atrás”, reflexiona el exitoso hombre de los negocios de las últimas cinco décadas.
Recuerda que el auge de su imprenta la tuvo con el ingenio Barahona, que era de los americanos, por el 1923, pero que en los últimos años, a pesar del modernismo, mientras sus empleados trabajaban en equipos sofisticados, computarizados, él continuaba en sus máquinas viejas y manuales.
Narra que llegaron a Barahona, sus padres, José de Jesús y Paula, el suegro, El Viejo Rivié y la imprenta.
Dice que a pesar de que aprendió el negocio de la imprenta de su padre, éste de este negocio “no sabía nada”, pero que siempre estuvo al lado de Rivié, quien tenía experiencia en este tipo de trabajo.
“Yo aprendí de la imprenta todos los misterios que tiene la imprenta, pero en impresión directa, en las automáticas no”, aclara.
Recuerda que en Barahona había dos periódicos, La Crónica, propiedad de su padre y El Momento, de los Bidó.
No recuerda con exactitud cuando fue la última impresión de La Crónica, fue en su ausencia a Venezuela, pero asegura que en la imprenta, lo que más se hacía era formularios, que en su mayoría, eran requeridos por el ingenio Barahona.
Desde Barahona, don Rafael Antonio y doña Adela Aurora, en busca de nuevos horizontes o quizás por inquietud de la juventud, se van a La Victoria, Venezuela, donde pasan seis años, pero que luego regresan a su pueblo, porque no encontraron lo que buscaban.
Explica que llegó a Venezuela por accidente, ya que el objetivo era ir a Curazao, desde donde enviaba gas a Barahona, mientras él recibía allá productos agrícolas, los cuales vendía.
Narra que en una ocasión alguien le dijo que lo iban a repatriar por ilegal (no tenía papeles), por lo que prefiere ir a Venezuela, donde en un carrito, comienza a conchar, y donde “se le pone la piña agria y se dice me voy, para pasar trabajo aquí lo paso allá”.
Recuerda que estando en Venezuela se le aparece su padre, que se marcha y luego regresa con sus 11 hijos, alegando que Rafael Leonidas Trujillo, su compadre, lo estaba persiguiendo.
Alega que ante esa acusación al régimen, su padre vende dos propiedades de plátano que tenía en Vicente Noble, donde tenía la fábrica de harina de plátanos llamada “La Estrella del Sur”.
Recuerda que su padre construyó el canal Altuna, a pico y pala, que va desde Vicente Noble a Canoa.
Además de las propiedades de Vicente Noble, vende la imprenta a Nene Guilliani.
Recuerda que regresa a Barahona entre el 1954 y el 1955, sin un centavo, pero que lo ponen a administrar el negocio de sus suegros, Domingo Tezanos, donde pasa poco tiempo, se disgustan, y decide marcharse.
Ante esa situación, piensa volver a Venezuela, pero un cuñado le pide que no se marche, que se quede, y le propone que compren una imprenta pequeña que vendían en San Pedro de Macorís. La recomendación del cuñado es solicitarle una ayuda al régimen.
Le hace una carta a su padrino, Trujillo, la certifica y la envía, y antes de la semana lo llaman de la Gobernación de Barahona para informarle que había un cheque a su nombre por RD$3,500.00.
Precisa, sin embargo, que para poder llegar a Venezuela había dicho que le corría a la dictadura de Trujillo, pero que en verdad era mentira, porque fue una artimaña para poder llegar a ese país, ya que estaban rotas las relaciones de los dos países.
Rafael Antonio dice que con esa imprenta pequeña se inicia, contrata a un empleado que había trabajado con su padre y le paga RD$9.00 cada semana.
Posteriormente, adquiere el taller que era de su padre, y cuando estalla la Revolución en el 1965, la imprenta funcionaba bastante bien.
Luego, adquiere de nuevo la imprenta que su padre le había vendido a Guilliani. La compra por RD$6,000.00, que tenía en cheques, que era su capital, y comienza a trabajar con el ingenio a toda capacidad.
Ya la imprenta próspera, con una librería que caminaba sola, donde generalmente estaba su esposa, doña Adela Aurora, se inicia con el negocio de las granjas de pollo.
En la comunidad de Riosito, compra unos terrenos y construye una granja de seis pabellones de cinco mil pies cada una.
Altuna Rivié precisa que el negocio iba viento en popa hasta que quien lo suplía, la granja Mora, decide llevarle la competencia a Barahona.
“Granja Mora me vendía el pollito, me vendía el alimento, me vendía el concentrado y de buenas a primeras, montan una sucursal en Barahona y con quien iba a competir, con Mora? Me metí en gallinas y fracasé, porque luego de un par de partidas buenas, jamás apareció alimento y fracasé y me quedé con mi imprenta”, precisa.
“Cuando matan a Trujillo, lo primero que hago fue quitar el letrero de la imprenta que decía Benefactor y le puse imprenta y papelería Altuna”, sostiene entre risas.
Los 93 años de edad de don Rafael Altuna, no le ha quitado el buen humor al conversar, pero mucho menos, que de vez en cuando alce el codo, con un trago del buen whisky.
“Lo que pasa es que la señora era la gran administradora y yo era el gran botarate, a mi me gustaba mucho beber, casado y no casado y como quiera, pero ella fue la gran administradora y lo poco que tengo ahora mismo se lo debo a ella”, asegura con firmeza.
Es asombroso verlo leer los periódicos, sin lentes, y jugar su manita de billar en un club de Barahona, a pesar de cumplir 94 años de edad en enero venidero.
El tono jocoso, Rafael Antonio, expresa que su esposa, doña Adela tuvo cinco hijos, pero que él no tuvo ninguno.
Agradeció a Dios por permitirle procrear y criar a sus hijos, Rony Altuna (fallecido), Mayra, José Francisco, Carlos y Andrés Altuna, quienes a su vez les han procreado 14 nietos y en la actualidad tiene igual cantidad de biznietos.
Rafael Antonio delata a sus hijos, y dice que ninguno aprendió a manejar la imprenta, aunque sí a ser banqueros, como es el caso de José Francisco y Andrés, en tanto, Carlos llegó a ocupar el puesto más alto en la Fuerza Aérea de la República Dominicana (FARD), jefe de Estado mayor, con el rango de mayor general.
De sus cinco hijos, Rony, Mayra y José Francisco nacieron en Venezuela, de las manos de Ramón de Lara, mientras que Carlos y Andrés lo hicieron en Barahona.
A través de la imprenta, Altuna hacía trabajos para otras provincias como Bahoruco, Independencia, San Juan y Azua, aunque afirma que los grandes beneficios los obtenía con los trabajos que le hacía al ingenio Barahona.
Recuerda que su primera casa la compraron por RD$25, 000.00 en el 1978, en la avenida Enriquillo, pero que luego el lugar se puso difícil para vivir y vendieron y construyeron en la parte alta, donde aún residen.
Periódico
La familia Bidó imprimía el periódico El Momento, en su imprenta. Era un periódico pequeñito.
Su imprenta, donde se imprimía La Crónica, era de 1816, de fabricación alemana, aunque la cuchilla aún está viva. Los demás hierros fueron vendidos.
Retroceso?
Don Rafael Altuna Rivié considera que Barahona ha retrocedido, porque en la década de los 60, 70, 80 y 90, desde el puerto, se exportaba azúcar, guineo, yeso, sal, madera, plátano, mientras hoy no se hace nada.
Afirma que en lo único que Barahona tiene una gran prosperidad es en el motoconcho.
Expresa sin embargo, que es necesario continuar hacia adelante, aunque se encuentren 20 mil obstáculos.
Destaca la tranquilidad con que se vivía antes en Barahona, lo que afirmó, se ha perdido en los últimos años.
Rafael Antonio Altuna Rivié, conocido en Barahona como el propulsor de la imprenta,
Altuna Rivié vivió en Santa Lucía, estado de Miranda, Venezuela, recuerda los trayectos recorridos, a lo largo de sus 93 años de edad, así como las peripecias pasadas con su esposa, doña Adela Aurora Tezanos de Altuna, con quien estuvo casado 72 años y procreó cinco hijos.
Su padre, José de Jesús Altuna, llega desde Panamá a San Pedro de Macorís, donde vende frío-frío. Conoce al El viejo Rivié, padre de su esposa, doña Paula.
Recuerda que su padre se casó con su madre, quien tenía a penas, 15 años, pero reacciona y expresa, “te voy a decir algo, yo no conocí a mi papá joven”.
“La crió y le parió 11 hijos”, recuerda Rafael Antonio, entre rizas, de su padre y su madre, quienes llegaron a Barahona en el 1922.
Narra que después de casarse sus padres en San Pedro de Macorís, José de Jesús se involucra en los trabajos de su suegro, que era la imprenta, y sin saber los motivos, se traslada a Barahona, ya que la Sultana del Este era uno de los pueblos más prósperos de la época. De hecho, en San Pedro de Macorís le nació una de sus hermanas.
“Mi hermana mayor nació en San Pedro de Macorís, pero yo nací aquí en Barahona, me crié y me muero. No quiero salir de aquí. Mis hijos me dicen papá vámonos para la capital, pero yo les digo, no voy para capital, aquí es que estamos bien. Yo le agradezco todo a Barahona, aunque creo que Barahona como que ha crecido mucho para atrás”, reflexiona el exitoso hombre de los negocios de las últimas cinco décadas.
Recuerda que el auge de su imprenta la tuvo con el ingenio Barahona, que era de los americanos, por el 1923, pero que en los últimos años, a pesar del modernismo, mientras sus empleados trabajaban en equipos sofisticados, computarizados, él continuaba en sus máquinas viejas y manuales.
Narra que llegaron a Barahona, sus padres, José de Jesús y Paula, el suegro, El Viejo Rivié y la imprenta.
Dice que a pesar de que aprendió el negocio de la imprenta de su padre, éste de este negocio “no sabía nada”, pero que siempre estuvo al lado de Rivié, quien tenía experiencia en este tipo de trabajo.
“Yo aprendí de la imprenta todos los misterios que tiene la imprenta, pero en impresión directa, en las automáticas no”, aclara.
Recuerda que en Barahona había dos periódicos, La Crónica, propiedad de su padre y El Momento, de los Bidó.
No recuerda con exactitud cuando fue la última impresión de La Crónica, fue en su ausencia a Venezuela, pero asegura que en la imprenta, lo que más se hacía era formularios, que en su mayoría, eran requeridos por el ingenio Barahona.
Desde Barahona, don Rafael Antonio y doña Adela Aurora, en busca de nuevos horizontes o quizás por inquietud de la juventud, se van a La Victoria, Venezuela, donde pasan seis años, pero que luego regresan a su pueblo, porque no encontraron lo que buscaban.
Explica que llegó a Venezuela por accidente, ya que el objetivo era ir a Curazao, desde donde enviaba gas a Barahona, mientras él recibía allá productos agrícolas, los cuales vendía.
Narra que en una ocasión alguien le dijo que lo iban a repatriar por ilegal (no tenía papeles), por lo que prefiere ir a Venezuela, donde en un carrito, comienza a conchar, y donde “se le pone la piña agria y se dice me voy, para pasar trabajo aquí lo paso allá”.
Recuerda que estando en Venezuela se le aparece su padre, que se marcha y luego regresa con sus 11 hijos, alegando que Rafael Leonidas Trujillo, su compadre, lo estaba persiguiendo.
Alega que ante esa acusación al régimen, su padre vende dos propiedades de plátano que tenía en Vicente Noble, donde tenía la fábrica de harina de plátanos llamada “La Estrella del Sur”.
Recuerda que su padre construyó el canal Altuna, a pico y pala, que va desde Vicente Noble a Canoa.
Además de las propiedades de Vicente Noble, vende la imprenta a Nene Guilliani.
Recuerda que regresa a Barahona entre el 1954 y el 1955, sin un centavo, pero que lo ponen a administrar el negocio de sus suegros, Domingo Tezanos, donde pasa poco tiempo, se disgustan, y decide marcharse.
Ante esa situación, piensa volver a Venezuela, pero un cuñado le pide que no se marche, que se quede, y le propone que compren una imprenta pequeña que vendían en San Pedro de Macorís. La recomendación del cuñado es solicitarle una ayuda al régimen.
Le hace una carta a su padrino, Trujillo, la certifica y la envía, y antes de la semana lo llaman de la Gobernación de Barahona para informarle que había un cheque a su nombre por RD$3,500.00.
Precisa, sin embargo, que para poder llegar a Venezuela había dicho que le corría a la dictadura de Trujillo, pero que en verdad era mentira, porque fue una artimaña para poder llegar a ese país, ya que estaban rotas las relaciones de los dos países.
Rafael Antonio dice que con esa imprenta pequeña se inicia, contrata a un empleado que había trabajado con su padre y le paga RD$9.00 cada semana.
Posteriormente, adquiere el taller que era de su padre, y cuando estalla la Revolución en el 1965, la imprenta funcionaba bastante bien.
Luego, adquiere de nuevo la imprenta que su padre le había vendido a Guilliani. La compra por RD$6,000.00, que tenía en cheques, que era su capital, y comienza a trabajar con el ingenio a toda capacidad.
Ya la imprenta próspera, con una librería que caminaba sola, donde generalmente estaba su esposa, doña Adela Aurora, se inicia con el negocio de las granjas de pollo.
En la comunidad de Riosito, compra unos terrenos y construye una granja de seis pabellones de cinco mil pies cada una.
Altuna Rivié precisa que el negocio iba viento en popa hasta que quien lo suplía, la granja Mora, decide llevarle la competencia a Barahona.
“Granja Mora me vendía el pollito, me vendía el alimento, me vendía el concentrado y de buenas a primeras, montan una sucursal en Barahona y con quien iba a competir, con Mora? Me metí en gallinas y fracasé, porque luego de un par de partidas buenas, jamás apareció alimento y fracasé y me quedé con mi imprenta”, precisa.
“Cuando matan a Trujillo, lo primero que hago fue quitar el letrero de la imprenta que decía Benefactor y le puse imprenta y papelería Altuna”, sostiene entre risas.
Los 93 años de edad de don Rafael Altuna, no le ha quitado el buen humor al conversar, pero mucho menos, que de vez en cuando alce el codo, con un trago del buen whisky.
“Lo que pasa es que la señora era la gran administradora y yo era el gran botarate, a mi me gustaba mucho beber, casado y no casado y como quiera, pero ella fue la gran administradora y lo poco que tengo ahora mismo se lo debo a ella”, asegura con firmeza.
Es asombroso verlo leer los periódicos, sin lentes, y jugar su manita de billar en un club de Barahona, a pesar de cumplir 94 años de edad en enero venidero.
El tono jocoso, Rafael Antonio, expresa que su esposa, doña Adela tuvo cinco hijos, pero que él no tuvo ninguno.
Agradeció a Dios por permitirle procrear y criar a sus hijos, Rony Altuna (fallecido), Mayra, José Francisco, Carlos y Andrés Altuna, quienes a su vez les han procreado 14 nietos y en la actualidad tiene igual cantidad de biznietos.
Rafael Antonio delata a sus hijos, y dice que ninguno aprendió a manejar la imprenta, aunque sí a ser banqueros, como es el caso de José Francisco y Andrés, en tanto, Carlos llegó a ocupar el puesto más alto en la Fuerza Aérea de la República Dominicana (FARD), jefe de Estado mayor, con el rango de mayor general.
De sus cinco hijos, Rony, Mayra y José Francisco nacieron en Venezuela, de las manos de Ramón de Lara, mientras que Carlos y Andrés lo hicieron en Barahona.
A través de la imprenta, Altuna hacía trabajos para otras provincias como Bahoruco, Independencia, San Juan y Azua, aunque afirma que los grandes beneficios los obtenía con los trabajos que le hacía al ingenio Barahona.
Recuerda que su primera casa la compraron por RD$25, 000.00 en el 1978, en la avenida Enriquillo, pero que luego el lugar se puso difícil para vivir y vendieron y construyeron en la parte alta, donde aún residen.
Periódico
La familia Bidó imprimía el periódico El Momento, en su imprenta. Era un periódico pequeñito.
Su imprenta, donde se imprimía La Crónica, era de 1816, de fabricación alemana, aunque la cuchilla aún está viva. Los demás hierros fueron vendidos.
Retroceso?
Don Rafael Altuna Rivié considera que Barahona ha retrocedido, porque en la década de los 60, 70, 80 y 90, desde el puerto, se exportaba azúcar, guineo, yeso, sal, madera, plátano, mientras hoy no se hace nada.
Afirma que en lo único que Barahona tiene una gran prosperidad es en el motoconcho.
Expresa sin embargo, que es necesario continuar hacia adelante, aunque se encuentren 20 mil obstáculos.
Destaca la tranquilidad con que se vivía antes en Barahona, lo que afirmó, se ha perdido en los últimos años.
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